Estructura y funciones de la piel en los gatos
Todos los mamíferos ─y, por tanto, también los gatos─ tienen algo en común: La piel es el órgano de mayor tamaño. Cubre todo el cuerpo y lo protege de los factores externos nocivos, p. ej., del esfuerzo mecánico, pero también de la penetración de microorganismos y sustancias químicas en el organismo. Con sus innumerables terminaciones nerviosas, ejerce a la vez de órgano sensorial que transmite al cerebro información sobre la sensación de frío o calor y el tacto.
La piel del gato está formada por varias capas, cada una de las cuales cumple sus propias funciones: La epidermis forma la capa más externa de la piel y es visible al apartar el pelaje a un lado. Debajo se encuentra la capa más gruesa de la piel, la llamada dermis. La hipodermis está formada principalmente por grasa y tejido conjuntivo.
La epidermis
La epidermis es la capa superior de la piel que contiene, entre otras cosas, las células formadoras de pigmentos responsables de la coloración de la piel. Aunque el color y la distribución de los pigmentos dependen de entrada de la genética, el color del pelaje también puede cambiar con el proceso natural de envejecimiento y por la radiación UV y las enfermedades. En la epidermis hay numerosas células que después de su formación migran a la superficie de la piel, mueren y en el proceso se endurecen cada vez más hasta convertirse en pequeñas y firmes escamas córneas. El estrato superior de la piel está formado por varias capas de estas células queratinizadas. Estas forman una especie de capa protectora de queratina, que es notablemente más gruesa en las zonas sin pelo, como la pata. Cuanto más se carga una parte del cuerpo, más se espesa la capa córnea. La edad también contribuye al crecimiento del manto córneo.
Esta capa córnea protege contra las cargas mecánicas y químicas y también ofrece protección contra la penetración de microorganismos nocivos (p. ej., bacterias). Además, la barrera cutánea evita la pérdida de líquidos.
En los gatitos recién nacidos y jóvenes, la barrera cutánea es aún más permeable que en los gatos adultos.
La dermis
La dermis es la capa media de la piel. Está formada por un tejido denso elástico que confiere a la piel flexibilidad y, por tanto, resistencia. Como en muchos mamíferos, lo mismo sucede con la piel de los gatos: Cuanto más envejece el animal, más minan estas cualidades.
La dermis alberga un gran número de vasos sanguíneos. Por un lado, los vasos se encargan de suministrar nutrientes a la epidermis suprayacente y, por otro, desempeñan un papel decisivo en la regulación de la temperatura de la piel y corporal. En caso de calor, los vasos se dilatan y así expulsan el calor al exterior. En cambio, con temperaturas frías, estas venas se contraen para minimizar la pérdida de calor. La dermis alberga un número especialmente elevado de células sensoriales. Se encargan de percibir los estímulos del entorno y transmitirlos al cerebro. Para cada tipo de estímulo, hay diferentes células que reaccionan a sensaciones como el contacto, el dolor, el picor, el frío y el calor.
En la capa media de la piel también hay un tipo especial de músculo, la musculatura del folículo piloso: músculos piloerectores). Si el gato padece estrés —derivado, p. ej., del miedo frente a una amenaza—, se liberarán las hormonas correspondientes, que a su vez provocarán la contracción de estas fibras musculares. Esta contracción se hace visible por el erizamiento del pelo, especialmente en la zona del cuello y la espalda. Este proceso es comparable al que provoca la piel de gallina en los seres humanos.
La hipodermis
La tercera capa de la piel, la hipodermis, está formada en su mayor parte por células grasas, que aíslan el cuerpo del frío, pero también lo protegen de impactos mecánicos exteriores, como golpes o cortes. Además, el tejido graso es un almacén de energía y vitaminas.
Las glándulas cutáneas
La piel del gato contiene un gran número de glándulas que segregan diferentes líquidos, según el tipo. Las glándulas sebáceas producen grasa, que forma una capa aceitosa sobre la piel del gato. Es la garantía de un pelaje brillante y a la vez protege de la penetración de sustancias nocivas y microorganismos. La mayor concentración de glándulas sebáceas se encuentra alrededor de los labios y en la base de la cola.
También son exclusivas de los gatos las numerosas glándulas odoríferas, como las glándulas circunorales de los labios o las glándulas temporales de la región temporal. Los olores que segregan están destinados principalmente a comunicarse con sus congéneres. Los gatos suelen frotar la cabeza contra objetos o personas y distribuyen así sus «marcas comunicativas».
Estructura y tareas del pelaje del gato
Protege la piel o el cuerpo de las influencias externas. Además de interceptar las influencias climáticas, como la humedad o el frío, el pelaje ayuda a mantener los parásitos alejados de la piel sensible. Al igual que en los perros, el pelaje del gato se compone principalmente de dos tipos diferentes de pelo: el manto inferior y el exterior. El manto inferior forma una capa más de aislamiento contra las temperaturas bajas. Por lo tanto, es principalmente este tipo de pelo el que más pierde el gato durante la muda en primavera para permitirle adaptarse al entorno más cálido.
En los gatos, aparte de las características puramente visuales de los colores del pelaje, se distinguen tres tipos principales de pelaje: pelo corto, pelo semilargo y pelo largo. Especialmente en las razas de cría de pelo largo, como los gatos persa y de angora, el manto inferior es especialmente pronunciado en relación con el manto exterior. Es muy necesario el aseo regular e intensivo, también por parte del dueño. De lo contrario, el pelo no tarda en formar marañas que, de no eliminarse, pueden convertirse en un grave problema para el gato. Si el pelo está enmarañado y con nudos, el gato ya no puede cumplir su propia rutina de aseo, lo que también puede dañar la piel.
Las enfermedades y las alergias, así como el exceso o la falta de suministro de determinados nutrientes, también pueden estresar la piel desde el interior y debilitar su función de defensa. Para mantener la salud natural de la piel se debe estar siempre atento a proporcionar al animal un suministro equilibrado de nutrientes como ácidos grasos esenciales, biotina, cinc y aminoácidos.